Una Manera de Ver el Mundo

Por aquellos días temía descubrir la poesía, pues estaba sumergida en otros temas menos transcendentales, aunque a veces de repente mi mente se distraía en ilimitadas repeticiones de abandono total por ella. En el colegio sucumbía al encanto de las letras y cada diario vivir se volvía metáfora y verso. Entre lápiz y papel emergían sueños creativos que se iban plasmando en cualquier hoja, cuaderno o libreta.

Lo que para muchos en aquel momento eran clases y actividades sin importancia, para un grupo de diversas edades comenzó a constituir la posibilidad de adentrarse en un mundo imaginario, logrando así viajar a través de actividades artísticas. Empezar a descubrir e interpretar la realidad de un modo diferente, no era inventar nada distinto a lo que ya existía, pero si era una manera de conquistar el mundo a partir de su propia belleza.

Entonces, aquellas aulas fueron testigo de muchas mentes estimuladas por un sinnúmero de actividades que, en manos de los maestros, se transformaron en un camino enriquecedor, y de alguna manera tocaba el corazón adolescente, convirtiéndolo en un representante de obras, cuentos, música, danza, poesía todo con un toque esperanzador y verdaderamente envidiable.

Ha pasado mucho tiempo y sin ser conocedora de las grandes letras, aún sigo apasionándome por pintar el mundo con diversos colores. Lo que inició como una aparente moda estudiantil, se fue convirtiendo con el tiempo en una manera de identificarme con la vida, sin ninguna pretensión, ni sabiduría especial. El mundo se dibuja y se desdibuja ante mí y en una mirada silenciosa mi mente se sumerge para interpretarlo. Por ello me permitiré compartir una de esas tantas maneras que través de palabras le robo al mundo un poco de su paisaje :

“ Casi que puedo acariciar mi dolor y en cada nota de este tango mi alma se envenena de fragilidad y soledad. Entonces, desde lo más profundo, el silencio parece herirme entre sus endebles hilos; y en dudas y garabatos el alma se enreda como excusa para no seguir más.
Me duele la vida y al contemplarla en toda su extensión me hiere mucho más. Su belleza cautivante me horroriza… y es cuando sin sentido la esperanza parece revolcarse desde su morada, como reina de mil batallas y al lado su caballero hidalgo, el amor, que en su complicidad y sencillez me espera al final del camino”.